LA PRIMERA BIBLIOTECA DE GUALEGUAYCHÚ
Autor: Hugo Daroca.
Publicado en: Diario "El Argentino" el día 10/07/2016.
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Durante gran parte del siglo XIX el libro era
un objeto raro y caro. En los primeros años de la fundación del Recreo
Argentino ─década de 1860─ una novela costaba el equivalente a un tercio del
salario de un jornalero. Fueron años en que los libros solo circularon en forma
de préstamo y fue “el almanaque”, cuyo contenido se renovaba anualmente, la
principal lectura de las clases populares.(1) En ese tiempo se
publicaban en los periódicos novelas por entregas. La primera que hemos visto
editada en nuestra ciudad se titula La
hija del presidiario y la entrega inicial se efectuó el martes 6 de
marzo de 1849.(2)
Los fundadores del Recreo Argentino no demoraron en darse cuenta de la necesidad
de crear una biblioteca y de los beneficios que traería para la comunidad,
porque facilitaba la lectura en general y colaboraba en la educación de los
jóvenes. Para los jovenzuelos del Recreo, más que un lugar era una idea, un
plan cultural, simple y sencillo, que les permitiría la lectura. Dentro de las
actividades del Recreo Argentino ocuparía un lugar destacado. Lo imaginaron
como el escenario de los actos
culturales que se habían propuesto realizar. De esa manera y con esos
propósitos nació la biblioteca que llegaría a estar abierta a la comunidad.
Era una época en que se deseaba leer. De ahí
que en algunas tertulias societarias o en los recibos de los primeros tiempos,
fuera costumbre comenzar la reunión con la lectura en voz alta de pasajes de
una obra de teatro, de una novela o de poesías,
mientras las cebadoras servían mate.
Esta forma de leer pasó de moda a favor de la lectura solitaria, que en
definitiva ganó la partida. Algunas veces se reunían para que en el comienzo se
escuchara música.
Pocos meses después de que empezara a
funcionar la biblioteca –1865–, sus directivos
cumplieron con lo que muchos años después se consideraría como una buena
gestión bibliotecaria y procedieron a
la difusión del patrimonio bibliográfico mediante la publicación, con detalles,
del listado de los libros que tenían. Oportunidad en que no solo se indicó el
título de la obra, sino también el apellido
y el nombre del autor y del donante.
Las obras quedaban a disposición del público para su lectura en la sala
destinada a tal fin o mediante el préstamo domiciliario. Se brindó un buen
servicio a la comunidad y todo hace suponer que contaban con un bibliotecario.
Se informaba de inmediato la incorporación de nuevos libros para aumentar las
ofertas bibliográfícas. El periódico La
Democracia publicó, el 8 y el 22 de febrero y el 12 de abril de 1865, la
lista de obras donadas ─62 en total─. Ellas corresponden a diferentes géneros y
a variados asuntos: historia y política nacional e internacional, derecho,
doctrina social, religión, investigaciones científicas. En cuanto a los
donantes, entre otros, figuran Bernardo R. Goyri, Nicolás Gabito, Luis Vidal,
Juan Casacuberta, Isidoro de María.
La fundación de la biblioteca del Recreo es
propia de una sociedad en expansión, que en este caso se une al conjunto de
jóvenes que con tanto ahínco la propiciaron. Urge una interacción entre el afán
de progreso de ese grupo fundador y la necesidad de contar con libros que
proveyeran la información y el aprendizaje necesarios para el crecimiento
personal. La biblioteca pasa a servir y se plasma en la vida cultural y social
de la entidad y de la sociedad toda, para eso se había organizado. Los vecinos
podían acceder a ella sin ningún tipo de restricción. Llegó a colaborar con la
enseñanza pública mediante préstamos de gran cantidad de volúmenes que efectuó
a la Educacionista Argentina, que los utilizaba para la educación y el
aprendizaje de escolares y estudiantes.(3)
Se proveyó a la institución de literatura
clásica, para lecturas de entretenimiento;
de ensayos, para adquisición de conocimientos; de historia argentina y
de derecho constitucional, que en esos años tenían gran vigencia, como la Organización
Política y Económica de la Confederación Argentina, de Juan Bautista Alberdi─.
La biblioteca del R. A. se inicia en el año
1864 y es la primera de la ciudad. Después vendrían la Biblioteca Popular, en
1869, conocida como la de “don Justo”, que se reorganiza en el año 1872 a cargo
de La Educacionista Argentina. Posteriormente, pero ya en el año 1880, la Logia Masónica Unión y Filantropía Nº 56 de
Gualeguaychú crea otra biblioteca que incorpora obras de mérito de célebres
autores, la mayor parte ricamente encuadernadas.(4)
Está acreditado que la biblioteca del Recreo
Argentino se fundó a fines de 1864,
entre otras probanzas por las publicaciones en los periódicos de
Gualeguaychú de los años 1863, 1864,
1865 y especialmente por la nota que don
Bernardo Ramón Goyri (llamado el historiador de Gualeguaychú) le dirigiera al
Club Recreo el 15 de enero de 1865 donde, con términos muy elogiosos por
la iniciativa, hace referencia a la
circular del 10 de enero de 1865, en la que solicitan donación de libros para
la biblioteca. Textualmente expresa
“He recibido la
nota circular de esa sociedad del 10 del corriente de invitación a contribuir
con algunas obras a la formación de la biblioteca que sus miembros han tenido
el feliz pensamiento de fundar y simpatizando con esa resolución remito al Sr.
Presidente por intermedio del Sr. Secretario de la sociedad el contingente
escaso que con que por ahora me es posible contribuir”.(5)
La
biblioteca prosperó rápidamente y adquirió carácter de circulante. Después del
23 de septiembre de 1870, en que fuera sancionada la ley 419 que creó la
Comisión Protectora de Bibliotecas Populares, conocida como Ley Sarmiento, pasó
a recibir de esa institución numerosas donaciones de valiosos ejemplares. Se
los identificaba porque llevaban impreso un sello que dice: DONACIÓN DE LA COMISIÓN DE BIBLIOTECAS
POPULARES. Estos reconocimientos demuestran el prestigio y la consideración
que mereció la biblioteca del Recreo Argentino, no solo en nuestra ciudad, sino
en el ámbito nacional y especialmente en los centros de cultura.
Recibía también donaciones de la Comisión
Nacional de Montevideo. Se conocía su origen por el sello que traía impreso que
decía: "DONACIÓN DE LA BIBLIOTECA
NACIONAL MONTEVIDEO”. Entre las donaciones de esa entidad uruguaya se
recuerda la colección del Archivo de
Artigas.
NOTAS
(1) DAROCA, HUGO; “El
Almanaque” publicado en el diario El
Argentino
(2) EL PROGRESO DE ENTRE RIOS, Año I, Nº 1, p. 1
(3) EL TELÉGRAFO, Año II, Nº 190, p. 2, col. 3
(4) EL TELÉGRAFO, Año V, Nº 639, viernes 29 de
octubre de 1880, p .2, col. 3
(5) La nota mencionada se
encuentra agregada al folio 36 del “libro de la fundación” obrante en el RECREO
ARGENTINO