TEMPLO DE GUALEGUAYCHÚ - REMATE DE TERRENOS ALEDAÑOS
Autor: Hugo Daroca.
Publicado en: Diario "El Argentino" el día 27 de julio de 2014.
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A
comienzos de 1877, el vecindario que no olvidaba sus deberes religiosos hizo
notables esfuerzos para salir de esa parálisis y continuar los trabajos de
construcción. La idea persevera a pesar de la paralización de casi una década.
La necesidad de que Gualeguaychú contara con un templo acorde con su población
y su cultura se había convertido en un clamor popular. La prensa se ocupaba de
ello y, a través de este medio, los vecinos exponían ideas.
El 4 de abril, un suelto periodístico destaca que la
Comisión de Obras realiza grandes esfuerzos para seguir adelante con la
construcción y apunta: “Es menester que Gualeguaychú cuente cuanto antes con
una iglesia digna de su población y cultura”. El 30 de abril, la mencionada comisión
realiza en la Municipalidad una sesión para recibir propuestas para el
suministro de materiales, y la prestación de otros servicios. En mayo se le
abona al director de la obra, el
arquitecto Puchini, una importante suma de dinero para proseguir los trabajos. En
julio se nota el aumento de las suscripciones para la realización de la obra,
entre la que se destacaa la
del Obispo con treinta pesos mensuales por el término de un año. Para el mes de
agosto se trabajaba a gran ritmo y las obras tienen un gran adelanto pese al
escaso tiempo transcurrido desde que se reiniciaron.
En ese entonces comenzaban a destacarse, en el frente y del
lado interior, las cornisas y molduras que llevarían las inmensas naves del
edificio. La Comisión de Obras trabajaba con ahínco y realizaba grandes
esfuerzos para continuar el trabajo. La etapa constructiva en que se encontraba la obra demandaba cada vez más
recursos financieros. Se habían terminado de levantar las paredes y nuevas
actividades se agregaban a la secuencia constructiva, con demandas de
otros materiales que incrementaban los costos. Estos nuevos gastos exigían que se extremara el ingreso
de fondos. Recurrieron a variados medios para obtener el dinero necesario, como conciertos,
certámenes y pedidos de suscripciones. En este último sentido se hacía
el siguiente cálculo: “Gualeguaychù tiene una población urbana de trece mil
setecientos sesenta habitantes (13.760 hab.). Si la mitad de ese número ─lo que
es fácil y muy práctico─ concurriese con dos reales de suscripción al mes,
tendríamos como resultado $1720, con cuya suma podría continuarse la obra sin
sacrificio de parte del vecindario”.
Por otra parte, la prensa opinaba que era conveniente –por la situación económica
que se vivía– que las paredes laterales se hicieran simples y el techo de la
nave central, de tejas. Pero también sostenían que la necesidad de una
iglesia era sumamente urgente en esta ciudad, pues la que en ese momento
existía no podía o no debía llamarse así. Por eso insistían en una opinión que
ya habían escuchado en muchas otras personas: los señores de la Camisón del
Templo, sin pérdida de tiempo, debían hacer una suscripción; y hasta reclamaban
que la lista fuera publicada, con el argumento de que sería un aliento para los
generosos y para los renuentes, un castigo
Hubo quienes aseguraron que podrían conseguirse hasta mil
suscripciones.
Una manzana céntrica de la ciudad era conocida entonces como
“la manzana eclesiástica”. Estaba en el corazón de Gualeguaychú. En ella se
erigía el nuevo templo, y quedaban terrenos baldíos lindantes a él. La Comisión
de Obras, necesitada de recursos, resuelve venderlos y opta por el remate publico. Fija que la subasta se lleve a
cabo el viernes 31 de agosto de 1877, a las tres de la tarde, en las
oficinas de la Municipalidad de Gualeguaychú, por intermedio del martillero
Juan A. Casacuberta. Un cronista expresó que era de esperar que concurrieran a
la subasta, tanto los “pichincheros, como los interesados”, los que seguramente
disputarían por alzar la prima hasta que no pudieran más los postores, y que no
dejarían que se llevaran la prenda “a dos tirones”.
En los primeros días del mes comenzó a publicarse el aviso
de la subasta, con un croquis
de ubicación y el metraje de los lotes expresados en varas.
El plano es
el que nos mueve a este comentario por el valor histórico que tiene, a pesar de
que se confunde la ubicación de las calles Del Plata (hoy Luis N.
Palma), con la General Justo J. Urquiza, las que erróneamente se intercambian.
Donde dice Del Plata, debe leerse Urquiza y debió dibujarse en el lado inferior
izquierdo. En cambio, donde se escribe calle Urquiza, debió ponerse calle del Plata. Además, los
tres lotes subastados con frente a la calle Del Plata debieron presentarse en
el lado derecho del croquis.
Según el detalle textual del aviso, salieron a la venta
cinco terrenos y una chacra:
- El primero: 19 varas de frente por 22 y ¾ de fondo. Ubicado en la intersección de las calles Del Plata y Rosario, ángulo nor-oeste. Superficie 302 mts2.
- El segundo: lindante con el anterior. Con frente a calle Del Plata. 19 varas de frente por 22 ¾ de fondo. Superficie 302 mts2.
- El tercero: Linda con el anterior. Con frente a calle Del Plata. 19 varas de frente por 22 ¾ varas de fondo. Superficie 302 mts2.
- El cuarto: Ubicado en la intersección de las calles Urquiza y Rosario. Ángulo sur- este. Con frente a calle Urquiza. 18 x 24 varas. Superficie 301,85. Superficie 301,85 mts2.
- El quinto: Ubicado en la intersección de las calles Paraná y Caseros. 40 varas de frente x 40 de fondo. Superficie 1.117,96 mts2.
- Chacra: Conocida como la de Cobos.
En el mes
de septiembre todo era algarabía en el vecindario por la marcha del nuevo
templo. Gran cantidad de obreros trabajaban. El adelanto del edificio se notaba
a simple vista. En la primera semana de este mes, el fotógrafo José Silva tomó
una fotografía del templo en momentos en que se encontraba en actividad
un numeroso personal. Con la
foto se hicieron postales que se pusieron a la venta para obtener fondos. Con
ritmo febril se trabajó hasta diciembre, en que por el período canicular se
concedió vacaciones a los obreros.