TEMPLO DE GUALEGUAYCHÚ - REMATE DE TERRENOS ALEDAÑOS

Autor: Hugo Daroca.
Publicado en: Diario "El Argentino" el día 27 de julio de 2014.
La obra para la construcción del templo –hoy Catedral– estuvo paralizada en varias oportunidades. A veces por años, o décadas. Una de esas interrupciones aconteció durante los años 1875 y 1876.
A comienzos de 1877, el vecindario que no olvidaba sus deberes religiosos hizo notables esfuerzos para salir de esa parálisis y continuar los trabajos de construcción. La idea persevera a pesar de la paralización de casi una década. La necesidad de que Gualeguaychú contara con un templo acorde con su población y su cultura se había convertido en un clamor popular. La prensa se ocupaba de ello y, a través de este medio, los vecinos exponían ideas.
En enero se había logrado que el gobierno realizara un aporte. Cuatro vecinos contribuyeron cada uno con la suma de mil patacones, por lo que la reanudación de las obras era inminente. En el mes de febrero se nombró una nueva comisión de obras que quedó integrada por el Pbro. Julián de Yarza, Juan A. Casacuberta, Pastor Britos, Juan Tudury, Luis Clavarino y Honoré Roustan
El 4 de abril, un suelto periodístico destaca que la Comisión de Obras realiza grandes esfuerzos para seguir adelante con la construcción y apunta: “Es menester que Gualeguaychú cuente cuanto antes con una iglesia digna de su población y cultura”. El 30 de abril, la mencionada comisión realiza en la Municipalidad una sesión para recibir propuestas para el suministro de materiales, y la prestación de otros servicios. En mayo se le abona al director de la obra, el arquitecto Puchini, una importante suma de dinero para proseguir los trabajos. En julio se nota el aumento de las suscripciones para la realización de la obra, entre la que se destacaa la del Obispo con treinta pesos mensuales por el término de un año. Para el mes de agosto se trabajaba a gran ritmo y las obras tienen un gran adelanto pese al escaso tiempo transcurrido desde que se reiniciaron.
En ese entonces comenzaban a destacarse, en el frente y del lado interior, las cornisas y molduras que llevarían las inmensas naves del edificio. La Comisión de Obras trabajaba con ahínco y realizaba grandes esfuerzos para continuar el trabajo. La etapa constructiva en que se encontraba la obra demandaba cada vez más recursos financieros. Se habían terminado de levantar las paredes y nuevas actividades se agregaban a la secuencia constructiva, con demandas de otros materiales que incrementaban los costos. Estos nuevos gastos exigían que se extremara el ingreso de fondos. Recurrieron a variados medios para obtener el dinero necesario, como conciertos, certámenes y pedidos de suscripciones. En este último sentido se hacía el siguiente cálculo: “Gualeguaychù tiene una población urbana de trece mil setecientos sesenta habitantes (13.760 hab.). Si la mitad de ese número ─lo que es fácil y muy práctico─ concurriese con dos reales de suscripción al mes, tendríamos como resultado $1720, con cuya suma podría continuarse la obra sin sacrificio de parte del vecindario”.
Por otra parte, la prensa opinaba que era conveniente –por la situación económica que se vivía– que las paredes laterales se hicieran simples y el techo de la nave central, de tejas. Pero también sostenían que la necesidad de una iglesia era sumamente urgente en esta ciudad, pues la que en ese momento existía no podía o no debía llamarse así. Por eso insistían en una opinión que ya habían escuchado en muchas otras personas: los señores de la Camisón del Templo, sin pérdida de tiempo, debían hacer una suscripción; y hasta reclamaban que la lista fuera publicada, con el argumento de que sería un aliento para los generosos y para los renuentes, un castigo
Hubo quienes aseguraron que podrían conseguirse hasta mil suscripciones.  
Una manzana céntrica de la ciudad era conocida entonces como “la manzana eclesiástica”. Estaba en el corazón de Gualeguaychú. En ella se erigía el nuevo templo, y quedaban terrenos baldíos lindantes a él. La Comisión de Obras, necesitada de recursos, resuelve venderlos y opta por el remate publico. Fija que la subasta se lleve a cabo el viernes 31 de agosto de 1877, a las tres de la tarde, en las oficinas de la Municipalidad de Gualeguaychú, por intermedio del martillero Juan A. Casacuberta. Un cronista expresó que era de esperar que concurrieran a la subasta, tanto los “pichincheros, como los interesados”, los que seguramente disputarían por alzar la prima hasta que no pudieran más los postores, y que no dejarían que se llevaran la prenda “a dos tirones”.
En los primeros días del mes comenzó a publicarse el aviso de la subasta, con un croquis de ubicación y el metraje de los lotes expresados en varas.
El plano es el que nos mueve a este comentario por el valor histórico que tiene, a pesar de que se confunde la ubicación de las calles Del Plata (hoy Luis N. Palma), con la General Justo J. Urquiza, las que erróneamente se intercambian. Donde dice Del Plata, debe leerse Urquiza y debió dibujarse en el lado inferior izquierdo. En cambio, donde se escribe calle Urquiza, debió ponerse calle del Plata. Además, los tres lotes subastados con frente a la calle Del Plata debieron presentarse en el lado derecho del croquis.

Según el detalle textual del aviso, salieron a la venta cinco terrenos y una chacra:
  • El primero: 19 varas de frente por 22 y ¾ de fondo. Ubicado en la intersección de las calles Del Plata y Rosario, ángulo nor-oeste. Superficie 302 mts2.
  • El segundo: lindante con el anterior. Con frente a calle Del Plata. 19 varas de frente por 22 ¾ de fondo. Superficie 302 mts2.
  • El tercero: Linda con el anterior. Con frente a calle Del Plata. 19 varas de frente por 22 ¾ varas de fondo. Superficie 302 mts2.
  • El cuarto: Ubicado en la intersección de las calles Urquiza y Rosario. Ángulo sur- este. Con frente a calle Urquiza. 18 x 24 varas. Superficie 301,85. Superficie 301,85 mts2.
  • El quinto: Ubicado en la intersección de las calles Paraná y Caseros. 40 varas de frente x 40 de fondo. Superficie 1.117,96 mts2.
  • Chacra: Conocida como la de Cobos.

En el mes de septiembre todo era algarabía en el vecindario por la marcha del nuevo templo. Gran cantidad de obreros trabajaban. El adelanto del edificio se notaba a simple vista. En la primera semana de este mes, el fotógrafo José Silva tomó una fotografía del templo en momentos en que se encontraba en actividad un numeroso personal. Con la foto se hicieron postales que se pusieron a la venta para obtener fondos. Con ritmo febril se trabajó hasta diciembre, en que por el período canicular se concedió vacaciones a los obreros.