JOSÉ OLEGARIO FERNÁNDEZ
Historias de vida
José Olegario Fernández
(Lanza Brava)
Autor: Hugo Daroca.
Publicado en: Diario "El Argentino" el día 06 de mayo de 2012.
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Frecuentó el trato del doctor Nicolás Avellaneda, del doctor Carlos Pellegrini y del general Domingo F. Sarmiento. Fue abuelo del escritor doctor Mario César Gras y uno de los fundadores del Recreo Argentino.
I
José Olegario Fernández desciende directamente de don Agustín de León, primer alcalde regidor de Gualeguaychú. Su abuelo, don Cayetano Fernández, era un opulento terrateniente dueño de vastas extensiones en el actual distrito de Costa Uruguay Sur. Fueron sus padres don José Fernández y doña Juana Borrajo; nació en esta ciudad el 6 de marzo de 1840. No conoció a su padre pues éste murió en la batalla de Yeruá, combatiendo a las órdenes del gobernador general Pascual Echagüe. Su madre se casó en segundas nupcias con don Pedro Issourtbehere.
Fernández fue enviado al histórico Colegio del Uruguay –que recién se fundaba– junto con sus dos hermanos: Miguel, después médico filántropo, y Restituto. Allí tuvo por compañeros a Victorino de la Plaza, a Rafael Ruiz de los Llanos, a Julio A. Roca, a Lucilo del Castillo y a otros muchos, con quienes cultivó una activa amistad que se mantuvo aun cuando algunos de ellos ocupaban altos cargos públicos.
Con el doctor Victorino de la Plaza se carteaba asiduamente, a pesar de que éste vivía en Londres y, mientras ocupaba la presidencia de la Nación, reiteradamente llamó a don José a Buenos Aires y le manifestó su deseo de ayudarlo; un ofrecimiento que fue rehúsado siempre. Lo mismo ocurrió en tiempos del general Roca, especialmente en la primera presidencia, cuando Fernández, en buena posición, hacía vida cívica activa y frecuentaba personalmente la amistad del General.
Don José recordó siempre con entusiasmo su permanencia en el Colegio de Uruguay y sobre todo a su director Alberto Larroque, de quien fue alumno predilecto. Integraba la banda del Colegio como primer clarinete. Con él tocaban instrumentos de viento don Julio A. Roca y Victorino de la Plaza, quienes serían presidentes de la Nación.
Volvió Fernández a Gualeguaychú en 1860, a los 20 años. Pronto se casó con doña Carmen Gras (la limeña), hija del famoso pintor don Amadeo César Gras. Familia que poco tiempo atrás se había establecido en Gualeguaychú.
Un cuñado de don José, el último de los doce hijos de Amadeo Gras –llamado también José– heredó de su padre la afición por la música: era excelente pianista. Además, tenía una gran vocación por el periodismo. Ya adulto, se enamoró perdidamente de su joven sobrina Julia, hija de su hermana la limeña Carmen y de don José Olegario Fernández. El comandante jordanista y su esposa se opusieron tenazmente, pero no pudieron evitar que luego de la dispensa episcopal la pareja decidiera contraer matrimonio. De ese matrimonio nació un hijo: Mario César Gras Fernández, quien fuera un gran escritor e historiador. Se casó con Angélica Sofía Garbino, descendiente de aquel clarinetista italiano que había venido con una orquesta, se radicó en esta ciudad, se dedicó al comercio y fue banquero. Llegó a tener muy importantes relaciones con las “magnascas”. Tema para otra historia.
Fernández fue enviado al histórico Colegio del Uruguay –que recién se fundaba– junto con sus dos hermanos: Miguel, después médico filántropo, y Restituto. Allí tuvo por compañeros a Victorino de la Plaza, a Rafael Ruiz de los Llanos, a Julio A. Roca, a Lucilo del Castillo y a otros muchos, con quienes cultivó una activa amistad que se mantuvo aun cuando algunos de ellos ocupaban altos cargos públicos.
Con el doctor Victorino de la Plaza se carteaba asiduamente, a pesar de que éste vivía en Londres y, mientras ocupaba la presidencia de la Nación, reiteradamente llamó a don José a Buenos Aires y le manifestó su deseo de ayudarlo; un ofrecimiento que fue rehúsado siempre. Lo mismo ocurrió en tiempos del general Roca, especialmente en la primera presidencia, cuando Fernández, en buena posición, hacía vida cívica activa y frecuentaba personalmente la amistad del General.
Don José recordó siempre con entusiasmo su permanencia en el Colegio de Uruguay y sobre todo a su director Alberto Larroque, de quien fue alumno predilecto. Integraba la banda del Colegio como primer clarinete. Con él tocaban instrumentos de viento don Julio A. Roca y Victorino de la Plaza, quienes serían presidentes de la Nación.
Volvió Fernández a Gualeguaychú en 1860, a los 20 años. Pronto se casó con doña Carmen Gras (la limeña), hija del famoso pintor don Amadeo César Gras. Familia que poco tiempo atrás se había establecido en Gualeguaychú.
Un cuñado de don José, el último de los doce hijos de Amadeo Gras –llamado también José– heredó de su padre la afición por la música: era excelente pianista. Además, tenía una gran vocación por el periodismo. Ya adulto, se enamoró perdidamente de su joven sobrina Julia, hija de su hermana la limeña Carmen y de don José Olegario Fernández. El comandante jordanista y su esposa se opusieron tenazmente, pero no pudieron evitar que luego de la dispensa episcopal la pareja decidiera contraer matrimonio. De ese matrimonio nació un hijo: Mario César Gras Fernández, quien fuera un gran escritor e historiador. Se casó con Angélica Sofía Garbino, descendiente de aquel clarinetista italiano que había venido con una orquesta, se radicó en esta ciudad, se dedicó al comercio y fue banquero. Llegó a tener muy importantes relaciones con las “magnascas”. Tema para otra historia.
II
Don José era en su época un integrante expectable de aquella sociedad. Ocupaba el cargo de Receptor de Rentas y estaba mezclado en todas las cuestiones políticas y en las fiestas sociales de aquel entonces.
Vinculado a Urquiza por la antigua amistad de éste con su familia política Gras, y por lazos que él mismo había creado con los hijos del vencedor de Caseros cuando fue estudiante en Concepción del Uruguay, era siempre partícipe de primera fila en las fiestas que se celebraban cuando el general don Justo José de Urquiza venía a pasar el 9 de agosto entre nosotros. Como en los encuentros que se celebraban en la plazoleta del cementerio viejo, donde los parejeros de Fernández eran de los únicos que disputaban carreras a los parejeros del General.
A pesar de esa amistad, siempre fue don José enemigo de la política de Urquiza. Éste, no obstante, le tenía aprecio y , y toleraba actos de verdadera rebelión en que el espíritu inquieto del gualeguaychuense incurría a menudo.
Desligado de la administración pública, don José, que siempre fue contador de rara habilidad, fue llamado a ocupar la gerencia del Banco de Oxandaburu y Garbino, el establecimiento más importante de aquella época. En ese cargo lo sorprendió el asesinato de Urquiza y la revolución posterior, y no vaciló en renunciar al puesto para incorporarse a las fuerzas de su gran amigo, el general López Jordán.
Los banqueros aprovecharon los vastos conocimientos y prácticas financieras que tenía Amadeo Gras (hijo), adquiridas en el Banco del Barón de Mauá en Montevideo, para designarlo gerente del banco, en reemplazo de su cuñado.
El hecho cala muy hondo en el sentimiento de la mayoría de los fundadores del Recreo Argentino y de los directivos y asociados de esos primeros años. La reacción es inmediata y ellos pasan de un inicial estupor a empuñar decididamente las armas por uno u otro bando, según su manera de pensar o su formación.
José Olegario Fernández, como comandante de las fuerzas del Departamento de Gualeguaychú, hizo toda la campaña junto a López Jordán, donde participó en las más cruentas refriegas y siempre se destacó por su valentía, y arrojo.
Don Ramón Nievas –socio fundador también del Recreo–, otro valiente de aquella época, hace lo mismo y empuña las armas en defensa de López Jordán. Cuenta don Ramón que con verdadera justicia Fernández adquirió el mote de “Lanza Brava” por la habilidad que tenía en el manejo de esa arma en los combates.
Participó de las dos campañas de Ricardo López Jordán. La de 1870 y la de 1873, y debió emigrar a Mercedes (R.O.U.). Mientras estaba en la otra orilla secundó la política del caudillo Aparicio, jefe del partido Blanco y fue quien preparó eficazmente la invasión jordanista de 1875.
Se reconoce y recuerda al comandante jordanista de las tropas de Gualeguaychú, porque en aquellas correrías sangrientas siempre puso de manifiesto una magnanimidad extraordinaria para con los vencidos, una rigurosa disciplina para sus tropas y una severidad implacable para reprimir saqueos. Se sabe, también, que muchas personas conocidas salvaron su vida y sus bienes merced a estas condiciones del valiente jefe jordanista.
Con posterioridad al año 1873, don José se trasladó a Buenos Aires donde, después de que lo amnistiaran por el empeño de Julio A. Roca y Donovan, se incorporó al Ejército Nacional con el grado de Teniente Coronel.
Vinculado a Urquiza por la antigua amistad de éste con su familia política Gras, y por lazos que él mismo había creado con los hijos del vencedor de Caseros cuando fue estudiante en Concepción del Uruguay, era siempre partícipe de primera fila en las fiestas que se celebraban cuando el general don Justo José de Urquiza venía a pasar el 9 de agosto entre nosotros. Como en los encuentros que se celebraban en la plazoleta del cementerio viejo, donde los parejeros de Fernández eran de los únicos que disputaban carreras a los parejeros del General.
A pesar de esa amistad, siempre fue don José enemigo de la política de Urquiza. Éste, no obstante, le tenía aprecio y , y toleraba actos de verdadera rebelión en que el espíritu inquieto del gualeguaychuense incurría a menudo.
Desligado de la administración pública, don José, que siempre fue contador de rara habilidad, fue llamado a ocupar la gerencia del Banco de Oxandaburu y Garbino, el establecimiento más importante de aquella época. En ese cargo lo sorprendió el asesinato de Urquiza y la revolución posterior, y no vaciló en renunciar al puesto para incorporarse a las fuerzas de su gran amigo, el general López Jordán.
Los banqueros aprovecharon los vastos conocimientos y prácticas financieras que tenía Amadeo Gras (hijo), adquiridas en el Banco del Barón de Mauá en Montevideo, para designarlo gerente del banco, en reemplazo de su cuñado.
El hecho cala muy hondo en el sentimiento de la mayoría de los fundadores del Recreo Argentino y de los directivos y asociados de esos primeros años. La reacción es inmediata y ellos pasan de un inicial estupor a empuñar decididamente las armas por uno u otro bando, según su manera de pensar o su formación.
José Olegario Fernández, como comandante de las fuerzas del Departamento de Gualeguaychú, hizo toda la campaña junto a López Jordán, donde participó en las más cruentas refriegas y siempre se destacó por su valentía, y arrojo.
Don Ramón Nievas –socio fundador también del Recreo–, otro valiente de aquella época, hace lo mismo y empuña las armas en defensa de López Jordán. Cuenta don Ramón que con verdadera justicia Fernández adquirió el mote de “Lanza Brava” por la habilidad que tenía en el manejo de esa arma en los combates.
Participó de las dos campañas de Ricardo López Jordán. La de 1870 y la de 1873, y debió emigrar a Mercedes (R.O.U.). Mientras estaba en la otra orilla secundó la política del caudillo Aparicio, jefe del partido Blanco y fue quien preparó eficazmente la invasión jordanista de 1875.
Se reconoce y recuerda al comandante jordanista de las tropas de Gualeguaychú, porque en aquellas correrías sangrientas siempre puso de manifiesto una magnanimidad extraordinaria para con los vencidos, una rigurosa disciplina para sus tropas y una severidad implacable para reprimir saqueos. Se sabe, también, que muchas personas conocidas salvaron su vida y sus bienes merced a estas condiciones del valiente jefe jordanista.
Con posterioridad al año 1873, don José se trasladó a Buenos Aires donde, después de que lo amnistiaran por el empeño de Julio A. Roca y Donovan, se incorporó al Ejército Nacional con el grado de Teniente Coronel.
III
Contaba José O. Fernández que en cierta oportunidad el general Mansilla le presentó al presidente Sarmiento en una tertulia en la casa de Avellaneda, adonde él concurría a menudo y que el Gran Sanjuanino, estrechándole la mano, le dijo: “Hace usted bien en venir al camino de la legalidad y del orden”.
Vinculado al doctor Nicolás Avellaneda, fue un entusiasta batallador por el triunfo de su candidatura y actuó en los sucesos luctuosos del 74 como jefe de la custodia del general Mitre, cuando éste se encontraba preso en el Cabildo. Sirvió, además, en el famoso Regimiento 8 de Línea que al producirse la revolución de 1880 era escolta del presidente de la República don Nicolás Avellaneda. Le tocó a don José acompañar en el mismo coche al ministro de Guerra, doctor Carlos Pellegrini en la jornada de Puente Alsina, y custodiar al Presidente en la Chacarita.
Vinculado al doctor Nicolás Avellaneda, fue un entusiasta batallador por el triunfo de su candidatura y actuó en los sucesos luctuosos del 74 como jefe de la custodia del general Mitre, cuando éste se encontraba preso en el Cabildo. Sirvió, además, en el famoso Regimiento 8 de Línea que al producirse la revolución de 1880 era escolta del presidente de la República don Nicolás Avellaneda. Le tocó a don José acompañar en el mismo coche al ministro de Guerra, doctor Carlos Pellegrini en la jornada de Puente Alsina, y custodiar al Presidente en la Chacarita.
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