BAUTISMO DE FUEGO DEL BATALLÓN 15 DE ABRIL EN LAS CALLES DE GUALEGUAYCHÚ

Autor: Hugo Daroca.
Publicado en: Diario "El Argentino" el día 09 de enero de 2010.
En el libro “Pastores según el corazón de Dios Padre”, publicado por el sacerdote de nuestra localidad Mauricio Landra, figura entre la bibliografía citada un trabajo del presbítero Juan Carlos Borques (1) sobre la guerra en las calles de Gualeguaychú, hecho que despierta curiosidad.
El presbítero Borques relata lo ocurrido el martes 19 de julio de 1870, oportunidad en que tuvo su bautismo de fuego el glorioso batallón 15 de Abril, integrado por hijos de familias tradicionales de la ciudad. Antes de narrarlo, introduciremos al lector en lo que aconteció anteriormente.
El 11 de abril de 1870, se produce el asesinato del gobernador Urquiza. La legislatura designa el 14 de ese mes para completar el período en el cargo, al general Ricardo López Jordán, a quien muchos atribuían la muerte de Urquiza. Según Borques, tras este hecho “todo Entre Ríos ardió en una guerra civil muy enconada, cruel y continua durante muchos meses”.
Sarmiento (entonces presidente) responde rápidamente y valiéndose del pretexto de un posible conflicto con la República Oriental, envía a un ejército de observación - con una proclama para que fuera distribuida en nuestra ciudad - y órdenes de que las fuerzas permanecieran embarcadas frente a Gualeguaychú. Previamente había consultado con el general Bartolomé Mitre, que coincide con esta decisión, lo que significa para Sarmiento el apoyo del partido político que Mitre presidía.
El ejército, enviado al mando del general Emilio Mitre, está compuesto por 1400 hombres, divididos en tres cuerpos, y llama la atención por la calidad de los jefes que lo dirigen y por la excelencia del cuadro de oficiales que lo integran.
El 17 de abril, el general Ricardo López Jordán comisiona al comandante de la Guardia Nacional de Gualeguaychú, Reinaldo Villar, para que se presente en el vapor Pavón a fin de explicarle al general Emilio Mitre la situación de la Provincia y de manifestarle que las autoridades no desean hostilidades. La gestión fracasó. En las primeras horas del 19 de abril se sitúan en Gualeguaychú los vapores Pavón, Leopoldo y Espora y comienza el desembarco de las tropas.
Reinaldo Villar, que se caracterizaba por el odio a los porteños y, consecuentemente, por su exagerado localismo, había formado un batallón que denominó 15 de Abril -por la fecha de su creación-, el cual respondía al gobierno constitucional, integrado por las guardias nacionales. Luego de algunas vacilaciones, el comandante decidió apoyar a las fuerzas nacionales en su lucha contra los jordanistas.
Borques recuerda el bautismo de fuego del glorioso batallón(2) cuya bandera de guerra se conserva en el Instituto Magnasco: “... pero de pronto, a eso de las 8, un soldado con lanza terciada,"(3) de banderola colorada venía por la calle Rivadavia, a todo lo que daba la carrera del caballo y sofrenó a las puertas del cuartel o jefatura de la plaza Independencia (hoy San Martín) donde se hallaban dos oficiales a quienes se dirigió echando "ajos y cebollas"(4), hasta que les arrojó con fuerza la lanza terciada concluyendo en alta voz '¿estas son las armas que da el gobierno para defendernos?'. En el acto uno de los oficiales para reprimir sin duda al insurrecto soldado le disparó un tiro de revólver, y junto con la espantada del caballo cayó exánime, con los brazos abiertos y el otro oficial le ultimó con la punta de su espada”.(5)
Por los apuros y el sofocón, el soldado jinete, que podría ser de apellido Filapiano,(6) quedó tendido en la calle hasta el otro día, en que fue sepultado.
“Un rato después los tambores del batallón de la guardia nacional 15 de Abril rompieron al toque de generala, pues en esos momentos en el cuartel solo se encontraba la segunda compañía, estando franco el resto de la tropa que debía partir hacia Concordia”.
El toque de generala -seguramente por intermedio del trompa Vega y del tambor Burgos- que convoca a las fuerzas leales a la Nación y algunos movimientos de guerrilla en distintos puntos, logran el clima de ardor del que habla Borques: “Todo es carrera, fervor y confusión”.
Mientras tanto, desde el oeste, ingresaba un regimiento de caballería, como de 500 hombres armados del ejército del general López Jordán; entraban a la ciudad, divididos en dos columnas: una por la calle Urquiza y la otra por Rivadavia, se detuvieron al llegar a la plaza Independencia.
Los guardias nacionales que integraban el batallón 15 de Abril se portaron valerosamente, como si fueran veteranos y no reclutas recientemente incorporados: corrían a tomar sus armas y, consecuentemente, sus puestos de combate, aun a la vista de los soldados blancos de López Jordán. Según el padre Borques, “... cuando en el cuartel, o sea, la comandancia advierten que tenían enfrente al enemigo, el Mayor Francisco Leyría, más tarde general de la Nación, salió a la calle provocativamente, a la cabeza de una guerrilla haciendo disparos de fusil en dirección a la calle Gral. Urquiza, (ángulo sur-oeste, donde funcionara la confitería Apolo). Unos de los proyectiles cruzó a pocos centímetros sobre la cabeza del cura don Vicente Martines, quien en esos momentos hablaba con el coronel don José Fernández, desde a caballo, pues era uno de los jefes del asalto a esta ciudad, otra bala dio en tierra el caballo montado por el coronel don Juan Luis González, jefe de las fuerzas invasoras y la tropa al verle caer le creyó muerto y todos ellos se arremolinaron en completo desorden, pero aunque luego se reorganizaron no trataron de acometer a la plaz”.
El Comandante don Reinaldo Villar aprovecha esta indecisión y decide dirigirse al puerto, por considerarlo un punto estratégico más favorable para la defensa, y sale por el portón de los fondos y marcha hacia ese lugar al trote.
En las proximidades del puerto, en las calles que rodean a la Aduana, chocan avanzadas de los dos bandos, los nacionales y los de López Jordán. En lo más recio del tiroteo en la calle Del Valle, frente a la Aduana, cae herido el joven guardia nacional Olegario Aguilar. Don Manuel Magnasco pidió que se lo entrara a su barraca y lo acomodó lo mejor que pudo. Más tarde es llevado a su casa, donde no obstante ser atendido, falleció el mismo día 19 de Julio de 1870, luego de intenso sufrimiento.
Estos acontecimientos son descritos por el comandante Reinaldo Villar de la siguiente manera: “Ayer, a las diez de la mañana, nos atacaron las fuerzas de Juan Luis González en la misma plaza, habiéndolos sentido cuando desembarcaban por la iglesia; a pesar de tener licenciado la mayor parte del batallón hice frente con sesenta hombres, o menos quizás, y rechacé al enemigo, inmediatamente me puse en retirada para el puerto con esos pocos hombres, y encontré a los rebeldes posesionados de él, después de un tiroteo de un cuarto de hora, desalojaron la barranca y me embarqué en los tres vaporcitos que tiene Murature”.(7)
Después se ubicaron en unas islas cerca de Fray Bentos a la espera de los refuerzos.(8)
“Estas fueron las últimas intervenciones militares del viejo COMODORO MURATURE. Después llegó el justo y merecido descanso aunque pobre, enfermo, pero siempre respetado".(9)
Al otro día la ciudad amaneció tranquila, ya evacuada por los dos bandos, pero quedó expuesta al pillaje, por lo que los cónsules extranjeros se reunieron en comisión y organizaron rápidamente una policía urbana armada -que se distinguía por una divisa amarilla- y patrullas armadas recorrían las calles por la noche.

NOTAS
(1) "Un episodio de guerra en las calles de Gualeguaychú el 19 de Julio de 1870", Imprenta Gualeguaychú, 1912. Archivo particular del museólogo Sr. Aurelio Gómez Hernández.
(2) Ibid. p. 5.
(3) Vara larga de madera cuyo espesor se reducía a un tercio para poder tomarla firmemente. En un extremo se le colocaba un regatón cónico de metal de unos veinte centímetros, con punta, para darle mayor penetración. La caballeria entrerriana hacía sus entradas con la lanza terciada ligeramente inclinada, para que al impactar un cuerpo no se atorara en éste y para evitar que, con alzar el brazo, fuera retenida por el enemigo. Se buscaba tirar lanzadas a la cara, lo que aseguraba que el atacado se echara para atrás, por reflejo, y que cayera al suelo.
(4) Significa jurar, maldecir, despotricar.
(5) Borques. op. cit., p. 6.
(6) En la novela PaJo a Pique, de Eduardo J. Villagra (Buenos Aires, Talleres Gráficos de Aniceto, 1947, pp. 125 a 128), el autor señala que Filipiano había sido nombrado ayudante (asistente) del coronel Reinaldo Villar, por lo que podría suponerse que este era el apellido del soldado muerto.
(7) Americana, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1988, t. XX, p. 27.
(8) ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN - MUSEO HISTÓRICO NACIONAL, "Archivo de Martín de Gainza. José Murature a Martín de Gainza frente a Fray Bentos, 23, 27 y 30 de Julio de 1870, legajo 37. Trascripto en la nota Nº 25 de la autora citada precedentemente, p.27.
(9) MURATURE de BADARACCO, María del Carmen, "Coronel de Marina José Murature", Victoria, Talleres Gráficos Cruz del Sur, 1997.